autoevaluación

Salirse de las líneas

Soñar me ha llevado por caminos inimaginables, donde he visto brotar manantiales de esperanza, y formarme como artista escénica ha sido un ejemplo de ello. Ingresé a la carrera con muchas expectativas deseos, y anhelos, pero también con miedos e inseguridades. De algo estaba segura: haber pasado la audición ya era un gran logro, y pocas cosas podrían detenerme. La certeza de estudiar Artes Escénicas me llenaba de motivación y pasión. Sabía que enfrentaría técnicas y áreas desconocidas, pero decidí confiar en mis bases y capacidades. Repetirme esto me sostenía en los momentos de vértigo e inseguridad, cuando el miedo a lo nuevo amenazaba con paralizarme. Palabras como desconocer, reaprender, fluir, riesgo y sentir fueron constantes en mi proceso.

Ciclo básico: Reaprender y reconocer.

El ciclo básico marcó el inicio de un profundo proceso de autodescubrimiento. El ballet fue mi refugio, el espacio seguro que me sostenía frente a las frustraciones que sentía en actuación o danza contemporánea. La clase de Elementos de la Puesta en Escena fue un lugar donde confronté aspectos de mí que desconocía o no quería mirar, y que terminaron por convertirse en fuentes de inspiración como ejecutante-creadora.

El ballet redescubierto y la danza contemporánea. Bailar y habitar el presente.

Del ballet aprendí disciplina, conciencia corporal y una sólida base postural. Aunque era una técnica conocida en mi formación artística, en la carrera la redescubrí desde otro lugar. Creía que una expresión facial seria era prueba de mi concentración y compromiso con la perfección. Pero entendí que la perfección es inalcanzable, y que cada artista tiene un proceso único. El enfoque somático de la carrera me permitió liberarme de la necesidad de cumplir con un "deber ser", y comencé a habitar el presente: escuchar la música, permitirme sentir y disfrutar la danza desde el goce.

La danza contemporánea, en cambio, me conectó con mi mundo interior. En Principios de la Danza I con la maestra Isabel Story, me costaba improvisar; mi mente se bloqueaba. Aun así, el simple hecho de intentarlo ya era un avance. En Principios de la Danza II con el maestro Arnulfo Pardo, comencé a comprender su esencia: ceder ante la gravedad, dejarme caer, explorar el desequilibrio. Las sensaciones eran opuestas a las que conocía, y aunque me sentía insegura, Arnulfo me dijo una frase que me marcó: “Ojalá te dieras cuenta del potencial que tienes.”  Esa frase directa y generosa me impulsó a seguir arriesgándome.

Actuación. Del miedo a la disfrute

Al comienzo, no imaginaba ser otra cosa que bailarina. Sin embargo, en Principios de la Actuación I, las gamas emocionales me sacaron de mi zona de confort, y para mi sorpresa, las disfruté enormemente. Reflexioné sobre cómo las emociones dan sentido a la vida y se convierten en el motor de la creación escénica: Sentir para vivir, vivir para sentir.

En Principios de la Actuación II, exploramos el clown con el maestro Mario Escobar. Pasé de un miedo profundo a la crítica, a desear vivir cada clase por la risa y el goce que la caracterizaban. Comencé a mirar de frente los retos, a experimentar el vértigo como algo emocionante. Había hecho una promesa: tomar riesgos. Mis emociones habían encontrado un nuevo camino expresivo en la actuación, y había algo que me llamaba la atención, pero lo notaría unos semestres después.

Elementos de la puesta en escena. La creatividad interior.

Para ser creadora, primero tenía que conocerme a mí misma; esta clase significó eso para mí. Esta clase, guiada por los maestros Daniel Valderrama y Víctor Quesada, fue un viaje de autodescubrimiento. Aprendí a narrar desde lo personal, a transformar emociones e impulsos internos en eventos escénicos significativos. Una ruptura amorosa dio vida a un pequeño árbol de plastilina en escena, alimentado por lágrimas transformadas en esperanza. Así entendí que el dolor también puede florecer en gozo creativo, que surge para ser comunicado.

Ciclo profesional: Arriesgarme, descubrirme, reescribirme.

Mi curiosidad crecía y el deseo de explorar lo desconocido se volvía más fuerte. Las inseguridades ya no me paralizaban como antes.

Danza. Versatilidad e infinidad de posibilidades para el movimiento.

Exploré múltiples técnicas: danza contemporánea desde flying low, contact improvisation, Cunningham, hasta técnica López, ballet, danza tradicional, jazz. En cada una, descubrí una nueva versión de mí. En la técnica básica de introducción a la danza contemporánea, con la maestra Neva Kenny, mis habilidades clásicas se integraron a la técnica López, fusionándose con espirales y líneas convertidas en curvas. En esta misma clase, con la maestra Jenny Ocampo por medio de la improvisación, aprendí a moverme desde el sentir, liberándome del juicio. En la clase de danza contemporánea avanzada con los maestros Arnulfo Pardo y Humberto Canessa, el reto técnico me impulsó a seguir trabajando en acrobacia e inversiones, siempre desafiantes, y a retarme a memorizar complejas combinaciones.

Con el maestro René Arriaga y la maestra Emilsen Rincón, en la técnica básica de danza tradicional, reconecté con mis raíces colombianas y exploré una cualidad de movimiento con más fuerza. Fue un gran reto investigar la disociación de las partes de mi cuerpo, teniendo en cuenta la postura tan internalizada que tenía del ballet. Más  adelante, en el ensamble de danza tradicional Aguacerito dirigido por René, noté un gran  avance en la soltura que había ganado mi cuerpo. Además, en este proceso de creación, me conmovió lo que significa la danza colectivo. Siendo una característica de la danza tradicional, me sentía bailando en una comunidad en escena, compartí una lucha y energía juntas.

La técnica básica de Jazz, con la maestra Gina Collazos, fue una experiencia de mucho aprendizaje en las distintas posibilidades y lenguajes que tiene el jazz. Los lenguajes de Charleston, latin jazz, jazz social, y teatro musical fueron los que más me enamoraron. Para mi sorpresa, el jazz social o improvisación, me apasionó mucho. Me encantaba ver cómo, basándonos en la misma partitura escrita, todas podíamos crear una secuencia de movimiento totalmente única. El Charleston fue gran reto que me invitaba a bailar de manera opuesta a lo qué había hecho desde pequeña en El ballet: Bailar en rotación interna. En esta clase pude experimentar muchas fusiones de ritmos y movimientos en mi cuerpo, a la vez que el trabajo teatral e interpretativo también era fundamental.

Volví a retomar mi entrenamiento en el ballet, en el ensamble de danza neoclásica titulado Palimpsest y dirigido por el maestro Iván Vargas. Fue un proceso en el que afirmé que ya no vivía el ballet de la misma manera, sino que lo había redescubierto como una experiencia expresiva, más allá del ideal técnico. En esta creación, buscábamos el equilibrio entre lo estético y lo interpretativo, en la que Iván nos guío a co-crear cuadros de colores con nuestros cuerpos que respondieron a un mismo concepto: La humanidad. 

Para complementar mi formación como bailarina, ingresé a Yenyeré, grupo insitucional de salsa de la Javeriana. En este proceso pude explorar las habilidades que adquirí en la carrera, como trabajo en equipo e improvisación, para aportarle a montajes de creación colectivos y formación técnica en los ritmos latinos.

Actuación. Vulnerabilidad y expresión de la esencia humana.

Mi visión actoral se impactó profundamente en el laboratorio del Análisis Laban, donde la construcción del personaje desde el cuerpo y la voz me permitió explorar la psique humana manifestada en la conducta. La relación entre pensamiento y emoción me llevó a preguntarme sobre la profundidad de la experiencia humana. Así, comenzó mi interés por los personajes y sus historias, su pasado, presente y futuro. Este laboratorio conectó completamente con mis fibras como psicóloga. Descubrí que construir personajes desde la corporalidad me ayuda a conocerlos posteriormente desde su psique e implementar otras técnicas que sumen a lo que ya he construido desde el movimiento.

En Técnica Básica de Acciones Físicas con la maestra Ella Becerra, comprendí la importancia del deseo, el objetivo y la reacción en escena. Aprendí que debo trabajar en proponer más activamente y tomar riesgos para la acción en escena. Los laboratorios de construcción de personaje con las maestras Brunilda Zapata y Abi Bermúdez me ayudaron a canalizar emociones con dirección, logrando sostener personajes incluso en escenarios complejos como simulaciones psiquiátricas. Tuve la oportunidad de llevar a uno de los personajes a una simulación. La experiencia de mantener un personaje por 45 minutos fue muy importante para poder experimentar las emociones en forma de diálogo, sintiendo cómo mi psique navega y me lleva a reaccionar en pro a lo que se necesita en la escena.

Mi interés por el texto dramático se consolidó en el ensamble Siento que eres un poquito sentimental sobre obras Tennessee Williams dirigido por Manolo Orjuela. En la obra La gata sobre el tejado de zinc caliente, interpretar a Margaret me permitió explorar capas emocionales profundas, involucrando la línea de pensamiento y el autoconcepto que el personaje tiene de sí mismo, en base al cual se comporta. Con la guía de Manolo, aprendí a dejar que el texto naciera de la acción, logré experimentar lo que significa apropiarse del texto, más allá de sólo memorizarlo. Esto me permitió vivir y habitar la escena en presente. También he podido participar en proyectos complementarios a la universidad como el grupo catóiico de teatro Faith in Action, y en obras de pequeño formato como Noticias KYC (2022) dirigida por Luisa Guevara, y Cuando Margarita sea Maggie, dirigida por Noemí Carrasquilla. En la última, tuve el gran reto de interpretar a una mujer de 50 años. Para la construcción de este personaje, la voz fue un punto clave, y una vez más, me dí cuenta de la importancia y evolución que he tenido al reconocer y explorar mi propia voz.

Mi voz. Un puente de liberación

Mi proceso vocal comenzó con la improvisación, continuó en Laban y se profundizó en el laboratorio de voz cantada, en el que estuve inmersa de pies a cabeza en lo que significaba el sonido. Con las herramientas que ya había adquirido de la improvisación, me permití explorar las posibilidades y efectos que generaban mi voz a nivel interno y externo de mi soma. Escucharme, literal y metafóricamente, se volvió una práctica sanadora. La investigación final sobre desbloqueo vocal fue un proceso catártico de conexión y expresión. Entendí que mi voz ocupa un lugar en el espacio, que merece ser escuchada y que puedo hacer que me escuchen. Busco en mis creaciones un espacio para poder comunicar y darle espacio a mi voz, que, ahora, es vehículo de mi pensamiento, emoción y creación.

Dirección, coreografía y dramaturgia. Inspiración que transforma.

En el laboratorio de composición coreográfica con el maestro Humberto Canessa, pude asumir mi rol como coreógrafa y directora. La presión por componer "correctamente" dio paso a una búsqueda más honesta: contar desde lo que me conmueve. En Ela, la corpografía que compuse, abordé el duelo desde la danza, transformando el dolor en belleza. Realicé una búsqueda para materializar la temática que había escogió con la danza contemporánea como el eje para improvisar, permitiéndome integrar todas las otras técnicas que surgieran como lo fue el ballet, jazz lírico y el flamenco.

Dirigir a otros fue un ejercicio de escucha y generosidad. Quería que los intérpretes se impregnaran del propósito de la pieza, que no replicaran movimientos, sino vivieran la historia. Inspirada por la actuación, usé herramientas para construir intenciones claras y narrativas sólidas. Más adelante, llevé la pieza a formato de videodanza, integrando herramientas audiovisuales y de escritura.

El laboratorio de Dramaturgia del Movimiento con Jenny Ocampo fue fundamental para fortalecer mis habilidades. Comprendí la dramaturgia como una estructura argumentativa al servicio de la idea, pues me ayudó a entender que todo lo que decidiera poner en escena estaría a favor de esa urgencia a narrar en la pieza. Trabajamos desde paisajes conceptuales, acuerdos, y exploraciones que dieron solidez a mis composiciones.

Recorrería mil veces este camino. Culmino la carrera con el deseo de seguir creciendo como artista interdisciplinar, amando más la danza, curioseando la actuación y explorando mi voz. Deseo seguir empapándome de la vida para encontrar inspiración, crear, y comunicar. Creo que es fundamental que como creadores seamos conscientes de que todo lo que ponemos en escena impacta, de que lo que contamos conlleva una gran responsabilidad a nivel social y personal.

Espero que mis creaciones a futuro, y los proyectos en los que participe, sean una luz para el mundo. He encontrado conexiones reveladoras con la psicología y la teología, y me han permitido crear talleres terapéuticos enfocados en el bienestar, el autoconocimiento y los vínculos afectivos. Tener esta posibilidad fue algo inesperado, pero he descubierto la gran potencia que tienen las artes para transformar vidas. Haber tenido este descrubrimiento me llevó a tener la oportunidad de publicar una investigación titulada Psychoballet as an alternative therapy for people with Down Syndrome con la editorial Lambert.

Hoy me reconozco como creadora y ejecutante en busca de experiencias que trascienden. Habitar el espacio escénico me llena de esperanza e inspiración. Esta carrera me invitó a salirme de las líneas constantemente, y me enseñó que la vida se trata de arriesgarse a conocer lo poético, complejo e inefable del alma humana.

Bogotá, colombia